Los despachos de abogados avanzan ajenos a los cambios generados por las nuevas tecnologías. Sin embargo, algunas firmas han decidido apostar por estas ventajas digitales para rebajar los costes de facturación y aligerar las cargas de trabajo.
Discográficas, agencias de viajes, periódicos, taxistas. Muchos sectores han sufrido estragos a consecuencia de Internet, las aplicaciones móviles y la posibilidad de encontrar información gratuita por la que antes había que pagar. Los ingresos se han desplomado y las viejas industrias han tenido problemas para encontrar nuevos modelos de negocio.
Hay un sector, no obstante, que ha seguido adelante como si nunca se hubiera inventado la tecnología: los servicios legales. Las prácticas laborales de los abogados “no han cambiado mucho desde los tiempos de Charles Dickens”, señalan Richard y Daniel Susskind en su libro El futuro de las profesiones.
Los abogados siguen ofreciendo un asesoramiento personalizado con un elevado coste. Los socios que más ganan presiden firmas piramidales, y cobran enormes honorarios, mientras que los equipos de abogados júnior se ocupan de hacer el trabajo pesado, como buscar precedentes y redactar contratos.
¿Podría estar a punto de cambiar esta realidad? Muchos abogados desdeñan la idea de que su trabajo pueda llegar a ser desempeñado por una página de Internet o una app. Pero muchos ajenos a la profesión, y algunos que pertenecen a ella, están desarrollando las herramientas que creen que revolucionarán la práctica legal.
Existe un argumento de peso: pocas personas hoy en día pueden permitirse un abogado. El coste es prohibitivo, apunta Rosemary Martin, asesora legal de Vodafone: “Si las corporaciones pensamos que es caro, no puedo imaginar qué sucederá con las pequeñas empresas y los particulares”.
Los principales bufetes de Reino Unido y EEUU, los mercados legales más competitivos, han incrementado ostensiblemente sus honorarios. A mediados de la década de 1980 los socios de las mayores firmas de Londres cobraban entre 190 y 220 euros por hora, según un informe del gabinete de expertos Centre for Policy Studies. En 2015, la suma alcanzaba entre 975 y 1.070 euros la hora, horquilla que se prevé que rebase los 1.260 euros este año.
En EEUU en 2014, los socios de 74 bufetes disfrutaron de unos beneficios individuales superiores a los 885.000 euros. En los casos de Wachtell, Lipton y Rosen & Katz, los beneficios por socio ascendieron a 4,9 millones de euros, de acuerdo con American Lawyer.
Aunque muchos ven un problema en la disparidad entre lo que ganan los grandes abogados y lo que la mayoría puede permitirse pagar, otros lo consideran una oportunidad. La profesión legal, aseguran, está lista para la innovación. Los taxistas de Londres, al igual que los abogados, están muy preparados. El conocimiento de las calles de la ciudad requiere años de experiencia. Pero la profesión de los taxistas se ha visto afectada por Uber, la aplicación que ha inundado las carreteras de conductores baratos que utilizan la navegación por satélite. Según los críticos, algo similar les ocurrirá a los abogados.
NextLaw Labs, una empresa de tecnología legal respaldada por el bufete global Dentons, apoya a las start up de tecnología. Su primera inversión fue Ross Intelligence, una start up de Palo Alto lanzada hace un año por Jimoh Ovbiagele y Andrew Arruda. Ross utiliza el sistema de inteligencia artificial Watson de IBM para realizar parte de las labores de investigación desempeñadas por los abogados júnior.
¿Cómo funciona el sistema? Pongamos que eres una pequeña empresa, explica Arruda, y uno de tus clientes ha quebrado. Sospechas que hay uno o dos casos legales que te ayudarán a recuperar lo que te deben. Mientras que un abogado tendría que buscar los precedentes, tal vez empleando una palabra clave, la herramienta de Ross Intelligence estudia miles de documentos para encontrar lo que la compañía quiere.
El sistema Ross está en una fase inicial, como la mayoría de los productos que sus defensores esperan que transformen el negocio legal.
“Es muy pronto”, señala Mark Harris, el consejero delegado de Axiom, que afirma ser uno de los mayores proveedores mundiales de servicios legales basados en la tecnología, entre cuyos clientes se incluyen la mitad de las compañías del FTSE 100 y el Fortune 100.
Harris es abogado. En los años 90 trabajó para Davis Polk & Wardwell, una importante firma estadounidense, y se dio cuenta de que algo no iba bien cuando un socio le pidió que preparase la factura de un cliente. Cuando añadió las horas que había invertido, se dio cuenta de que se le pedía al cliente que pagase su salario anual completo por un mes de trabajo. “Empecé a obsesionarme: ¿dónde va a parar el dinero?” Aparte de los beneficios de los socios, se destinaba a las obras de arte que colgaban de las paredes del bufete.
Los clientes no eran los únicos descontentos con la situación, explica. También lo estaban los abogados júnior. “Tenían la sensación de que trabajaban mucho, cobraban poco y no se les apreciaba”, señala. En el año 2000, él y sus amigos crearon Axiom para ofrecer servicios legales más baratos a compañías. Eliminaron costes haciendo que los abogados trabajasen en las instalaciones de clientes, desde casa o desde las oficinas de la compañía, similares a un almacén. Con los años, Axiom ha incrementado el uso de tecnología para dar servicio a los clientes.
Algunos productos están diseñados para ayudar a los departamentos legales internos a gestionar su trabajo con más eficiencia. Riverview Law, una compañía afincada al noroeste de Inglaterra, va a lanzar lo que denomina “asistentes virtuales”. Los abogados corporativos podrán utilizar estos sistemas para identificar, en un panel digital, las divisiones en las que se han producido los problemas, el perfil de riesgo de cualquier caso, quién trabaja en él y durante cuánto tiempo.
Pese a estar licenciado en Derecho, Karl Chapman, el consejero delegado de Riverview, nunca ha ejercido como abogado. Asegura que le sorprende la poca información que los letrados y los departamentos legales internos tienen sobre su trabajo, desde cuánto les cuesta a su prolongación en el tiempo. “La ausencia de información es realmente sorprendente. Los minoristas y otros negocios poseen datos reales sobre los que tomar decisiones”, indica.
La tecnología parece primitiva en comparación con lo sucedido en otras industrias. Pero los que creen en ella piensan que puede ir más allá de la digitalización de los procesos rutinarios y realizar el complejo trabajo que los abogados creen ser los únicos que pueden desempeñar.
Entonces, ¿se aproxima el sector a su momento Uber? Algunos desdeñan la idea. “La gente habla de ello desde que soy abogado”, comenta un letrado de Nueva York. “Lo creeré cuando lo vea”.
Aquellos que ocupan los puestos más altos de los despachos de mayor éxito encuentran pocos incentivos para el cambio. El sistema les ha venido bien. Como socios, distribuyen los beneficios entre ellos y tienen pocos alicientes para invertir en nuevas tecnologías.
Hay otras fuerzas que influyen a favor de la profesión jurídica tradicional. Desde la crisis financiera de 2007, la regulación ha aumentado. Y las compañías tienen miedo de hacer mal las cosas, por lo que siguen contratando servicios legales. Esta máxima se cumple sobre todo cuando entran en nuevos mercados.
Pero los clientes corporativos están exigiendo un cambio. Chapman asegura que los costes crecientes de los servicios legales hacen el sistema insostenible. “Los clientes empiezan a rebelarse”.
Chapman también apunta que muchos departamentos legales de las compañías ya han reducido costes. Martin pone como ejemplo a Vodafone, que ha negociado honorarios fijos con sus abogados, en lugar de aceptar la facturación por horas. El grupo de telecomunicaciones también ha rebajado el número de bufetes que emplea de 70 a 10. Martin cree que la tecnología puede ayudar a departamentos como el suyo a reducir aún más los costes.
Un mayor uso de la tecnología no sólo abaratará los servicios jurídicos, sino que eliminará parte de su aura de misterio. El objetivo, señala, debería ser “que las empresas y las personas realicen más tareas legales por su cuenta. Entonces dejaría de parecer especial”.