Recientemente leí un artículo titulado “La maldición del ascenso”, publicado en el diario Gestión el 27 de junio
(http://gestion.peruquiosco.pe/m/a/20190627/6) en el que la pregunta inicial planteada versaba acerca de si era realmente necesario ascender. ¿Era una pregunta para un prospecto de ascenso?; ¿lo era para el profesional que enfoca sus esperanzas en el ascenso en la jerarquía de la empresa?; ¿lo era para el gerente de nivel inferior o intermedio que quiere ascender dentro de su organización? Creo que lo era para todo el capital humano de la empresa.
En el primer párrafo me encuentro con cuatro palabras que relaciono inmediatamente: necesidad, esperanza, perspectiva y desilusión. Si tratamos de imaginar quién puede estar en posición de manejar dichos conceptos, de luchar con ellos día a día y de tratar de superarse, en un primer plano, ese es el trabajador que no está en puestos gerenciales, si bien en un segundo plano, también puede ser el caso de los gerentes dependiendo del nivel jerárquico en el que se manejen y del “cielo” profesional que tengan encima de ellos, las posibilidades de subir en el escalafón. El peligro es inherente al ascenso.