Por Fernando Razeto, consultor en management de firmas de abogados y exgerente general de Miranda & Amado
Cuándo empecé a trabajar en el sector legal, hace unos 16 años atrás, lo primero que hice fue buscar toda la información posible sobre el sector y específicamente, sobre la gestión de firmas de abogados. En ese momento casi no había información en español, pero sí había bastante en inglés. Recuerdo mucho que llamó mi atención encontrar una revista americana llamada “Law Inc” que giraba sobre temas de gestión de una firma, pero propulsando que dichas organizaciones eran o debían gestionarse como cualquier otra empresa, aunque claro, con sus particularidades. Desde esa época las cosas han evolucionado, pero no tanto como hubiera imaginado y debería haber sido. Es entendible que si a las grandes firmas, que son las referentes del sector, les ha ido tan bien con el modelo vigente, exista resistencia a cambiar de manera sustancial. Es cierto que se ha evolucionado (por lo menos ya se habla de LPM, gestión por indicadores,
Soy un convencido que algún día se va a lograr un cambio sustantivo e irreversible, aunque confieso no tener claro cuándo sucederá. El primer paso, que creo algunos pocos ya lo han dado o lo están dando, es cambiar el chip para entender que una firma de abogados es una empresa. Habiendo asumido ello, será más fácil entender también que, sin importar el tamaño de la firma, es indispensable profesionalizar la gestión. Históricamente eso implicaba asignarle el cargo de “administrador(a)” a alguien que no necesariamente estaba preparado y/o formado para ello. Dicha solución rara vez genera el impacto que se debe esperar porque simplemente se está administrando una firma como si fuera una casa y peor aún, en ello se tiene que involucrar un socio que seguramente es un abogado brillante, pero no está formado para ello y está dedicando demasiado tiempo que se podría estar facturando a los clientes.
Lamentablemente, la mayoría de los despachos no pueden contratar un gerente general o un gestor con la experiencia debida para que profesionalice la gestión de su firma y la ayude a llevarla a otro nivel de desempeño y rentabilidad, pero siempre existen formas de hacerlo. Por ejemplo, se puede contratar a un consultor o se puede formar a alguien joven dentro de la firma. Esta última es una opción que ahora muchas empresas, de todos los rubros, están implementando con el apoyo de un “coach” que contratan por un periodo corto de tiempo y cuya única función es entrenar al futuro(a) gestor(a) de la empresa. Esa es una opción asequible y muy efectiva para pequeñas y medianas firmas, algo en lo que en más de una oportunidad me ha tocado ayudar.
¿Pero qué viene después? Bueno, ¡un paso a la vez! Primero consolidemos la base y los fundamentos y luego iremos implementando soluciones cada vez más sofisticadas de gestión.
Finalmente, es importante tener siempre claro que es cierto que los abogados no necesitan del legaltech y “esas cosas” para hacer su trabajo, pero también es cierto que ello mejora sustancialmente su trabajo de cara al cliente. Para entender y aceptarlo, hay que pensar para quién hace su trabajo el abogado y qué esperan ellos (un trabajo legal de calidad, pero también eficiente desde el punto de vista de tiempo y costo). Entonces, profesionalicemos la gestión de la firma para mejorar el servicio integral que se presta al cliente, pero pensando en lo que ellos esperan recibir.